Si bien nació en Bélgica y vivió varios años en Europa, el autor de ”Rayuela” pasó su infancia y adolescencia en Banfield. Sus recuerdos se plasmaron en ”Los venenos” y ”Deshoras”.
Nació en Bélgica, pero vivió su infancia en Banfield. Se lo considera uno de los escritores más innovadores y originales de su época. Maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general.
Inauguró una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica, rompiendo moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren autonomía y profundidad psicológica.
Su obra transitó mágicamente la frontera entre lo real y lo fantástico. Bien, amigos de La Unión, hoy nuestra crónica semanal está dedicada al genial Julio Florencio Cortázar, orgullo de las letras argentinas que en su mundana vida fue vecino de Lomas.
Cortázar nació en Ixelles, distrito de la capital belga Bruselas, el 26 de agosto de 1914. Hijo del diplomático argentino Julio José Cortázar y María Herminia Descotte. Su padre trabajaba entonces en la Embajada Argentina como agregado comercial.
Hacia fines de la Primera Guerra Mundial, la familia pudo pasar a Suiza gracias a la nacionalidad alemana de la abuela materna de Julio. De allí poco después se mudaron a Barcelona, donde vivieron un año y medio. Cuando el pequeño Julio cumplió 4 años, los Cortázar regresaron a la Argentina.
Entonces, a partir de 1918, Julio pasó su infancia hasta la adolescencia en Banfield. Eligieron un barrio parque, con casas amplias y con mucho terreno, tal cual se estaba formando la zona cercana a la estación ferroviaria. La casa estaba ubicada en Rodríguez Peña 585, entre San Martín y Azara.
Con los años, en la esquina de San Martín y Rodríguez Peña, la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) hizo colocar un cartel para indicar la proximidad a la casa en la que vivió Cortázar.
Esto ocurrió porque el actual dueño de la propiedad quería resguardar su privacidad y seguridad ante la segura peregrinación de curiosos y admiradores del escritor. Un dato curioso fue que otro vecino de la cuadra, al enterarse de esto, quiso aprovechar la referencia histórica para ofrecer su casa como el lugar donde vivió Cortázar.
Sin embargo, había demasiados datos para demostrar lo contrario. Su descargo ante las autoridades fue que había comprado la propiedad a un mayor precio pensando que esa era la casa del autor de “Rayuela”. Evidentemente fue engañado en su buena fe o, simplemente, era un avivado.
Julio Cortázar cursó la primaria en la Escuela Provincial N° 10 en Maipú y Belgrano. El edificio luego fue trasladado a Talcahuano 278. Egresó en 1928 con un registro de Promociones que decía: edad, 14 años. Conducta: buena. Destacadas calificaciones en Lectura, Escritura e Idioma.
Excelentes notas en Aritmética y un 10 en Historia. En cambio, sus performances eran discretas en Dibujo, Manualidades y Educación Física. La última ubicación de la escuela fue en Pueyrredón 1840.
En 1997, los escritores y biógrafos de Cortázar (Juan Carlos Talbot, Julio Félix Royano y Luis Yunis), donaron al colegio la puerta de alambre tejido y bastidor de hierro que rescataron de la demolición de la casa familiar de Rodríguez Peña 585. Este patrimonio histórico se colocó en una pared de la Escuela N° 10.
Está en el hall principal, cerca del busto de Julio A. Roca. Justamente este es el prócer designado para nombrar al colegio, referente político de la generación de 1880, ligado al progreso del país para expandir la población a todo su territorio, con los años muy cuestionado por la Campaña del Desierto que acorraló a los indios del Sur.
Fueron muchas las referencias que el propio Cortázar se refirió a su mundana vida, particularmente a su infancia en Lomas. Junto a su madre María Herminia, una tía y su hermana Ofelia, vivió en la casa de Banfield. Esos recuerdos infantiles fueron relatados en “Los Venenos” y “Deshoras”.
En algunos párrafos dio a entender que no fue demasiado feliz. “Mucha servidumbre, excesiva sensibilidad, una tristeza frecuente”, escribió en una carta dirigida a su amiga Graciela M. de Sola, el 4 de noviembre de 1963.
Otra mención a su infancia la dio a la revista mexicana Plural, en 1975: “Pasé mi infancia en una bruma de duendes, de elfos, con un sentido del espacio y del tiempo diferente al de los demás”.
Julio Cortázar fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, por lo que la lectura fue su gran compañera. Su madre le seleccionaba lo que podía leer, convirtiéndose en la gran iniciadora de su camino de lector, primero, y de escritor después.
En la revista Siete Días, en diciembre de 1973, Cortázar reveló: “Mi madre dice que empecé a escribir a los ocho años, con una novela que guarda celosamente a pesar de mis desesperadas tentati- vas por quemarla”.
Pero nuestro barrio, Banfield, fue apenas una escala en su vida. Bélgica, Suiza, España y Francia completaron sus estadías.
París fue la ciudad donde mayor residencia tuvo, en la que se estableció a partir de 1951, en la que ambientó algunas de sus obras y donde murió el 12 de febrero de 1984.
Muchos de sus cuentos son autobiográficos, como Bestiario, Final de Juego, La Señorita Cora o Los Venenos. Justamente, esta última obra, es donde el genial autor reflejó trazos de su infancia en Lomas.
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