El fundador del teatro rioplatense y autor de relevancia en Latinoamérica vivió en una casona hoy desaparecida, que compró gracias a la venta afortunada de ”Barranca abajo”.
Hace pocas semanas, repasamos la vinculación de Julio Cortázar con Banfield, barrio donde vivió buena parte de su infancia.
Hoy recordaremos el paso de otro gran escritor, fundador del teatro rioplatense y autor de relevancia de la escena latinoamericana: don Florencio Sánchez.
También esta re c o – nocida personalidad de la cultura vivió en Banfield, en una amplia casona hoy desaparecida. Nació en Montevideo en 1875, en una familia humilde.
Ya de chico mostró una personalidad inquieta, sensible por la cultura popular. En su juventud se sumó al Centro Internacional de Estudios Sociales y creó su primera obra de teatro, “Puertas Adentro”, en 1897.
Compartió esta faceta con el periodismo y se destacó como cronista en varias publicaciones uruguayas. Decidió “cruzar el charco” y vivió fugazmente en Entre Ríos, Rosario hasta llegar a Buenos Aires.
En la Argentina escribió la mayor parte de sus obras, estrenadas sobre todo por la compañía de los hermanos Podestá. Consiguió llevar a escena una veintena de piezas en un breve lapso de seis años, desde 1903, en que estrenó la inolvidable “M’hijo el dotor”, hasta 1909, con la última de ellas, “Un buen negocio”.
La incipiente tradición escénica local y las corrientes teatrales europeas le dieron los fundamentos de su fuerte realismo, congruente con su postura ideológica y su gran capacidad de observación.
Se propuso llevar a la escena un panorama de la realidad rioplatense en el que se visualizara la problemática social y sus derivaciones éticas. El resultado de sus planteos fue amplio y matizado.
Abarcó desde el submundo del hampa “La tigra y Moneda Falsa” (1907), hasta las clases altas “Nuestros hijos y los derechos de la salud (1907); desde la realidad rural “El desalojo” (1906), hasta la urbana, en algunas de sus mejores piezas como “En familia y Los muertos” (1905).
Se enamoró de una chica entrerriana, Catalina Raventós, a quien llamaban “Catita”. Decidió ponerse de novio, pero los padres de ella se oponían por el inestable y mal remunerado oficio de periodista del pretendiente.
Es recordado el argumento que utilizó el joven Florencio ante esa familia: “Por el momento, no dispongo de lo necesario para mantener un hogar, pero nos casaremos cuando sea célebre”. Y no se equivocó.
En 1903 escribió y estrenó su mayor éxito, “M’hijo el dotor”. El 25 de setiembre de ese año se casó con Catalina y sus padrinos de boda fueron José Ingenieros y Joaquín de Vedia.
Gracias a la venta afortunada del manuscrito de “Barranca abajo”, Sánchez compró la casa en Banfield, la que compartió con su esposa y con su prima Isabel y con su hermano menor Alberto “el Gurí”, quien con el tiempo será igualmente dramaturgo y sainetista y se casara con una hermana de Catita.
La casona de Banfield tenía un gran parque y muchos animales silvestres, entre otros, una calandria y una garza amaestrada. En el teatro de Sánchez hay una intuición de la psicología del ambiente, del lenguaje y el ritmo teatral.
Sus sainetes trajeron elementos nuevos: disminuyeron el elemento folclórico y acentuaron la humanidad de los personajes humildes en la lucha por la vida.
Una de las obras que marcaron el inicio de su éxito en la Argentina fue “El canillita” (1903), cuyo protagonista era un joven vendedor de diarios.
Al popularizarse la obra, este fue el apodo que tomo el oficio de los jóvenes que voceaban y vendían los periódicos. Obviamente, Sánchez no pudo mantener el ritmo tan acelerado de los últimos años y, fatigado y enfermo, se refugió en la estancia de su primo Joaquín Sánchez para descansar.
Desde allí envía la carta a Scarzolo sobre su dolencia de corazón que pronto puede hacerle “crepar”, aunque esa no fue la enfermedad que lo llevaría muy joven a la tumba. Florencio, en 1909, puedo realizar su sueño de un viaje a Europa.
Es conocido el afán de los autores latinoamericanos y sobre todo los rioplatenses de la generación del 80, por conocer el Viejo Continente.
Para un dramaturgo como Sánchez, los nuevos escenarios además le permitirían encontrar nuevos temas y ambientes para su teatro.
Después de vivir sin mucho dinero en ciudades italianas y francesas, enfermo de tuberculosis, murió a las 3 de la madrugada del 7 de noviembre de 1910 en el Hospital de Caridad Fate Bene Fratelli de Milán, donde había estado internado cinco días antes por una bronquitis en el pulmón izquierdo.
El 21 de enero de 1921 sus restos mortales llegaron a Montevideo y fueron llevados al Panteón Nacional. Pero lo dicho, don Florencio Sánchez, padre del teatro Rioplatense, dejó su marca en Lomas de Zamora.
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